La anhedonia es la incapacidad de sentir y experimentar placer, así como la pérdida del interés por las cosas.
Las personas que padecen anhedonia pierden todo el interés por realizar actividades que solían disfrutar y tienen una menor capacidad para sentir placer. También sufren de apatía y desgana.
Aunque hay personas que tienen anhedonia sin necesidad de padecer ningún trastorno mental, la anhedonia suele ser un síntoma central del trastorno depresivo mayor.
¿Cuáles son los síntomas de la anhedonia?
La anhedonia forma parte de la depresión, pero para poder entender mejor las características de la anhedonia es necesario tener en cuenta el listado de los síntomas más característicos:
Pérdida de interés por todas o casi todas las actividades del día a día
Pérdida o aumento significativo de peso
Cambio en los patrones de sueño: insomnio o exceso de sueño
Sensaciones físicas inquietud, agitación o una sensación de “enlentecimiento”
Fatiga o pérdida de energía casi a diario
Sentimientos de inutilidad o culpa sin fundamento
Incapacidad para concentrarse, dificultad para pensar y tomar decisiones
Pensamientos repetidos de muerte o suicidio
Retiro social y dificultades de adaptación a las distintas situaciones sociales
Sentimientos negativos hacia uno mismo y los demás
Reducción de la expresión emocional, incluyendo el tener menos expresiones verbales y no verbales
Tendencia a mostrar emociones falsas, pretendiendo mostrar felicidad cuando no se siente
Pérdida de la libido o la falta de interés en la intimidad física
Problemas físicos persistentes o trastornos psicosomáticos
Estos síntomas causan una grave perturbación en el funcionamiento del día a día y suelen traer problemas en el trabajo y en la vida familiar.
¿Existe tratamiento de la anhedonia?
Es preciso tratar primero el trastorno mental que está causando los síntomas, y dependiendo de la causa de la anhedonia se llevará a cabo un tratamiento u otro.
La terapia psicológica es fundamental independientemente del tipo o las causas de la enfermedad.
Algunas personas han observado mejorías al tomar medicamentos que aumentan los niveles de dopamina.
Practicar yoga y meditación, cuando se combina con ejercicio, también suele ayudar.
Hierbas y suplementos como la Rhodiola rosea y la hierba de San Juan pueden resultar útiles.
Un cambio radical en la dieta: eliminar la comida basura y reducir el consumo de cafeína y de azúcar; tomar frutas y verduras y pescado fresco.