La agorafobia es un trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a las situaciones de difícil o embarazosa solución, donde no se puede recibir ayuda en caso de sufrir una crisis de pánico.
Un ataque de pánico o crisis de ansiedad consiste en un cuadro clínico caracterizado por el aumento de la frecuencia cardíaca, elevación de la presión sanguínea, respiración agitada, sudor, sensación de ahogo, mareo, temblores y despersonalización.
La agorafobia está especialmente relacionada con el temor intenso a los espacios abiertos o públicos en los que pueden presentarse aglomeraciones.
La palabra procede de los términos griegos «ágora», «plaza», y «phobos», «miedo», está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico, y no es raro que ambos trastornos sean comórbidos es decir que ambos trastornos se manifiesten e interactuen, ejemplos de los miedos que experimenta el agorafóbico están el de vivir una crisis, a desmayarse, a sufrir un infarto, a perder el control, a hacer el ridículo, entre otros.
El agorafóbico tiende a evitar situaciones potencialmente ansiógenas, como lo pueden ser salir de casa, usar transportes públicos, ir de compras, comer en restaurantes, entrar al cine, hacer deporte, viajar, estar en lugares públicos o áreas amplias, etc.
Estas situaciones pueden representar un grave problema en la vida del agorafóbico, pudiendo llevar a la persona afectada a casi no salir de su casa con el fin de tratar de evitar la gran cantidad de ansiedad causada por el pánico.
Este trastorno tiene un mayor porcentaje de pacientes mujeres que hombres.
Entre un 1% y un 5% de la población española ha desarrollado un episodio psicológico relacionado con la agorafobia durante su vida.