Puede parecer algo sin importancia, pero lo cierto es que intentar contener el estornudo puede acarrear más de una consecuencia negativa.
Se calcula que este mecanismo involuntario puede expulsar el aire a velocidades de 160 kilómetros por hora, de forma que intentar evitar su expulsión puede dejar algunas desagradables secuelas.
Para empezar, impedir el estornudo puede enviar las bacterias que iban a ser expulsadas a cavidades con mucosas o a los propios oídos, facilitando que se genere una infección.
Además, el aumento de presión interna por el aire que no se elimina también puede provocar, en casos extremos, la fractura del cartílago nasal o incluso una hemorragia interna o una lesión auditiva.
Así que es preferible dejar que el estornudo se desarrolle con naturalidad que después lamentarlo.
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