Te explicamos en qué consistía su centenaria técnica.
Los samuráis fueron los valerosos guerreros que lucharon en el Japón antiguo.
Como tales tenían un código de honor muy especial que les hacía ver la muerte como una vía de escape para defender su dignidad y honor en situaciones extremas.
La consideraban como la mejor solución en casos muy concretos: fracasos personales, derrotas en combates, deudas morales, actos deshonrosos o incluso en el caso de que su señor falleciera (en un ritual llamado ‘seguimiento de la muerte’).
Para darse muerte, los samuráis seguían un ritual específico (conocido actualmente como ‘seppuku’ o ‘harakiri’) que precisaba de una preparación previa.
Para empezar, solo podía ser llevado a cabo por un hombre en su propia casa. Si cumplía con estos dos requisitos, el guerrero colocaba sobre el suelo una especie de cojín blanco y se colocaba encima ataviado con un kimono del mismo color.
Ante sí tenía la daga (tanto) y junto a él se colocaba un amigo o persona de confianza (kaishaku) encargado de ‘colaborar’ en el acto.
De esta forma, el samurái se clavaba la daga en la parte izquierda del vientre y se lo rajaba hasta el lado derecho, volviendo después al centro y elevando el corte hasta el pecho.
Si había aguantado con vida hasta entonces, el ‘Kaishaku’ se encargaba de poner fin a su vida decapitándole de manera inmediata.
Este tipo de suicidio fue abolido en el año 1873, pero esto no impidió que incluso fuera practicado durante la II Guerra Mundial por algunos soldados japoneses.