La famosa niebla de Londres llegó a ser letal del 4 al 9 de diciembre de 1952: mató nada menos que a 12.000 personas.
Y entonces ocurrió: el dióxido de azufre, junto con el hollín y el dióxido de carbono unidos al ambiente frío y húmedo, se llevó por delante durante los primeros días a 4000 personas, mayormente niños, ancianos y gente que ya acarreaba problemas respiratorios.
Caos hospitalario y también policial, pues las circunstancias fueron aprovechadas por delincuentes y oportunistas.
Pasado el tiempo, se contabilizaron otras 8.000 muertos, víctimas de los problemas respiratorios que les provocó aquella niebla fatal.