Los orientales tienen los ojos rasgados para proteger su sistema visual del exceso de luz y de los fuertes destellos que pueden dañar estructuras tan delicadas como la retina. Es una necesidad adaptativa causada por entornos naturales como la nieve o el desierto, por la que la abertura entre el párpado superior y el inferior se hace más estrecha.
La fisonomía del ojo rasgado (o mongoloide) viene determinada por su estructura facial ósea y por el repliegue palpebral superior, que hace que el párpado aparezca hinchado y las pestañas más cortas, aunque la longitud de éstas es idéntica a la de las otras razas.