En efecto. La idea resulta rocambolesca, pero la realidad es que la particular nariz que tenía el científico Charles Darwin casi le deja fuera del viaje por Sudamérica que le hizo concebir las principales ideas de su famosa ‘Teoría de la Evolución’.
A finales de 1831 el capitán del buque ‘Beagle’, Fitz Roy, organizó una expedición para cartografiar América del Sur.
El viaje prometía ser largo, así que solicitó a sus superiores que dejaran embarcar también a un caballero científico que pudiera hacerle compañía.
Para el puesto fue recomendado Darwin, que por entonces era un joven naturista de 22 años.
Sin embargo, en un principio Roy estuvo apunto de rechazar su candidatura por su nariz, ya que tal y como confesó Darwin años después «tras intimar con Fitz Roy le escuché decir que estuve en serio riesgo de ser rechazado por culpa de la forma de mi nariz.
El capitán era un acérrimo discípulo de Lavater, que estaba convencido de que podía juzgar el carácter de un hombre por sus rasgos físicos.
Así que dudó de si alguien con mi nariz podía poseer la energía y determinación necesaria para el viaje. Pero creo que después quedó muy satisfecho de haberse equivocado con mi nariz».
De esta forma, se puede decir que la pseudociencia de la ‘fisiognomía‘ estuvo a punto de privarle a la humanidad de la importante teoría evolutiva; aunque por fortuna al final imperó la lógica y Darwin pudo hacer este viaje de cinco años que cambió su forma de concebir la naturaleza.