Así lo indica el libro ‘MI6: La historia del Servicio Secreto de Inteligencia entre 1909 y 1949’ del profesor Keith Jeffery, quien tuvo acceso a los archivos secretos de la agencia.
Según esta información, el Servicio Secreto de Inteligencia británico (MI6) empleó el semen como tinta invisible en 1915, a comienzos de la I Guerra Mundial.
Según anotaciones en el diario de Walter Kirke, el encargado de la inteligencia militar en Francia, el jefe del servicio Mansfield Cumming realizó «varios descubrimientos para conseguir tinta invisible en la Universidad de Londres», entre los que estaba esta sustancia orgánica.
El motivo para hacer esta elección fue que el semen no reaccionaba a los métodos de detección usuales de la época, como los vapores del iodo.
Sin embargo, su empleo tuvo una curiosa consecuencia, y es que el agente encargado de elaborar estos mensajes tuvo que ser trasladado para evitar las burlas de sus compañeros.
Sin olvidar tampoco que existía el problema de la necesidad de emplear ‘tinta fresca’, ya que algunos corresponsales se habían quejado asegurando que las cartas que habían recibido desprendían un extraño olor.