En pleno siglo XXI, a pesar de los avances en la ciencia y en el conocimiento que ha ido acumulando la humanidad con el paso de los siglos, sigue habiendo personas que creen en la astrología y en las artes adivinatorias en general.
Basta con revisar la cantidad de números de teléfono que hay disponibles para hacer consultas, con sus elevadas tarifas, por supuesto, e incluso programas de televisión en los que a distancia y sin ningún tipo de información hay vendedores de humo que se atreven a decirnos que ven lo que ocurrirá mañana.
Aunque sé que hay gente que llama por pura desesperación y para buscar un clavo ardiendo al que agarrarse, sigo pensando que es una muestra de ignorancia.
Ya Marco Tulio Cicerón, en su obra De divinatione (De la adivinación), escrita en el año 44 a.C. decía lo siguiente, tan cierto entonces como ahora, más de dos mil años después.
“Cada día tenemos pruebas de que la astrología es inútil. ¡Cuantísimas predicciones recuerdo yo que hicieron los astrólogos a Pompeyo, a Craso y al propio César! ¡Que ninguno de ellos iba a morir sino a su vejez, en su casa, rodeados de gloria…! De manera que me parece admirable que todavía hoy crea alguien en aquellas personas cuyas predicciones ve que está refutando a diario la realidad de los acontecimientos. “
Lo dicho, de nada sirve intentar predecir el futuro, pero ya que otros se atreven, voy a osar yo también hacerlo.
Aquí y ahora sde podría asegurar que así que pasen otros veinte siglos, seguirá habiendo en el mundo adivinadores e incautos que los crean.