Si bien los efectos ópticos de ampliación de la imagen con lentes se conocían desde el antiguo Egipto, tuvieron que pasar muchos siglos hasta que alguien tuvo la idea de crear un utensilio que las pudiera colocar directamente sobre los ojos. No se conoce con exactitud el nombre del genio a quien tantas personas con problemas de vista debe estar agradecidos, pero sí se sabe que el monje dominico Giordano de Pisa habló de ellas en un sermón en el año 1306, diciendo que «se habían inventado cerca de 20 años antes».
Así, aunque el monje franciscano inglés Roger Bacon también había descubierto con anterioridad las propiedades de estos cristales para mejorar la vista, algunas fuentes señalan que el verdadero ‘padre’ del invento fue el fraile italiano Alessandro della Spina, quien en esa época pudo compartir su idea con Giordano de Pisa. En los años siguientes Venecia disfrutó de estas lentes ‘mágicas’ y el gremio de los vidrieros se lucró gracias a ello. Sin embargo, hasta el s.XVIII las gafas no incorporaron las características patillas, haciéndose similares a los modelos actuales.