La soledad no sólo no es buena consejera. También resta eficacia a la respuesta defensiva de nuestro organismo.
La soledad no sólo no es buena consejera. También resta eficacia a la respuesta defensiva de nuestro organismo.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California (UCLA) acaba de identificar un patrón de expresión genética en las células del sistema inmune propio de aquellas personas que padecen crónicamente altos niveles de soledad.
Los resultados sugieren que el aislamiento social produce una sobreexpresión de los genes ligados a la inflamación, mientras que la respuesta antiviral y la producción de anticuerpos se ven mermadas.
La investigación es la primera que explica desde un punto de vista molecular por qué el aislamiento social está normalmente ligado a un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, infecciones virales y cáncer. «Hemos comprobado que lo que cuenta a nivel genético no es a cuántas personas conoces, si no a cuántas sientes realmente cerca», matiza Steve Cole, coautor del estudio que publica el Journal of Genome Biology.
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