Tradicionalmente se asocia a los mocos con los residuos sólidos que se originan en los orificios nasales de las personas, pero lo cierto es que esta sustancia biológica también está presente en otras zonas del cuerpo como los pulmones, el colon, el estómago o la vagina.
Cumplen funciones diversas, ya que permiten hidratar el cuerpo, le defienden de agentes químicos y bacterias y lubrican determinadas partes para que puedan cumplir con su función más fácilmente.
Sin embargo, los más famosos son los que se producen en las vías respiratorias, ya que son los más ‘accesibles’ y reconocibles.
Dentro de estos están los que se forman en la nariz, cuyas caraterísticas y formas pueden ser muy variadas. Se producen a partir de las células de las membranas mucosas que recubren el interior de la nariz y están compuestos por moléculas y sales inorgánicas suspendidas en agua.
En las vías respitarorias sirven para atrapar la suciedad de partículas que incluyen bacterias y polvo, evitando que entren en el cuerpo. Además, facilitan que los tejidos se desequen.
Por lo tanto, es normal tener mocos, especialmente en situaciones de infecciones víricas, reacciones alérgicas, frío o simplemente de llanto. De ahí que sea un síntoma médico y que una producción anormal de esta sustancia pueda indicar la existencia de algún tipo de enfermedad, normalmente de tipo común. (https://experience.afrotech.com/)
Por ello es recomendable acudir al médico siempre que los mocos aumenten en cantidad y presenten un color o tonalidad anormal.
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