Simplemente porque no hay mucho más que hacer por allí.
Bastaron otras misiones no tripuladas, americanas y rusas, para traer muestras de rocas lunares y realizar otras investigaciones sobre el ambiente.
Hoy en día, la ciencia prefiere hacer investigaciones próximas a la órbita de la Tierra, como en la Estación Espacial Internacional, y enviar misiones no tripuladas a otros planetas.
Ambas opciones generan menos costo y mayores beneficios que volver a la Luna. Además, la carrera de la Luna fue un invento más político que científico.
En aquel entonces, los Estados Unidos y la Unión Soviética vivían el auge de la Guerra Fría.
La conquista por la Luna, servía, por tanto, como una excelente pieza de propaganda, tanto que, cuando los soviéticos colocaron el primer hombre en la órbita, el entonces presidente americano John Kennedy prometió que, hasta finalizar la década, su país mandaría alguien a la Luna.
Lo que significó grandes costos para Estados Unidos: el programa Apolo, que duró hasta 1972, y llevó a 12 hombres a la Luna, costó cerca de 20 millones de dólares (lo equivalente a 85 billones en los valores actuales).
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