Hay quienes rechazan la teoría inicial argumentando que la idea de testificar proviene exclusivamente del término latino ‘testificare».
El origen del verbo testificar tiene un origen poco claro, aunque no faltan etimólogos que afirman que se trata de un término derivado de una curiosa tradición existente en el Imperio Romano.
Y es que, en aquella época no existía Biblia o algo semejante para colocar la mano en señal de juramento a la hora de hablar en los juicios, por lo que se cuenta que los hombres se llevaban la mano a sus testículos para refrendar que lo que estaban diciendo era cierto.
De hecho, en aquella época las mujeres y los eunucos no podían participar en este tipo de actos públicos.
Así, la palabra ‘testículos’ podría venir de la unión de ‘testis’ (testigo) y ‘culus’ (sufijo que se empleaba como diminutivo en latín).
Es decir, vendrían a traducirse como los ‘pequeños testigos’, lo cual relacionaría estos órganos con el acto de testificar en un juicio.
Sin embargo, hay quienes rechazan la teoría inicial argumentando que la idea de testificar proviene exclusivamente del término latino ‘testificare’, es decir, de la unión de ‘testis’ y ‘facere’ (hacer).
Por lo tanto, según esta versión se podría decir que el origen de ‘testificar’ no tiene nada que ver con los ‘testículos’, pues realmente es este último término el que sí tiene su origen en esta tradición judicial y no al revés.
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