La escritora británica Virginia Woolf (1882-1941) se suicidó el 28 de marzo de 1941.
Virginia Woolf se suicidó ñanzándose a las aguas del río Ouse tras llenar de piedras los bolsillos de su abrigo para tener la seguridad de que se hundiría hasta lo más profundo de las aguas.
La mujer, considerada una de las principales figuras de la literatura modernista del s.XX, padeció una serie de problemas mentales a raíz del fallecimiento de sus padres y su hermanastra durante su juventud y niñez.
Además, también sufrió abusos sexuales por parte de sus hermanastros durante sus primeros años de vida.
Todos ellos fueron factores que moldearon su personalidad, haciendo de ella una persona bipolar.
Curiosamente sus mejores años como escritora fueron los últimos, ya que en octubre de 1940 Woolf aseguraba en su diario «nunca he escrito mejor» y en noviembre llegaba más lejos al comentar que era «muy feliz».
Nada hacía presagiar el fatal desenlace que tendría lugar unas semanas después, pero lo cierto es que en enero de 1941 la británica sufrió un ataque depresivo que se prolongó cerca de doce días y que fue el anticipo de su posterior suicidio.
No en vano, ya había intentado quitarse la vida con anterioridad en 1904 y 1913, pero sin éxito.
Y es que para su marido Leonard Woolf «la muerte y su contemplación siempre estuvo a flor de piel en su imaginación. Formaba parte del profundo desequilibrio de su mente. (Valium) (…)
Su única oportunidad de salvarse hubiera sido rendirse y admitir que estaba enferma. Pero se negaba a hacerlo».
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