El 11 de diciembre de 1936 el Rey Eduardo VIII de Inglaterra tomó la decisión más difícil de su vida al renunciar a la corona británica.
Lo hizo por una cuestión de amor, ya que su deseo era contraer matrimonio con Wallis Simpson, una norteamericana que se había divorciado dos veces con anterioridad. De hecho, durante su coronación el 21 de enero de ese año ya había hecho público su amor y su deseo de renunciar al trono si eso le permitía cumplir su objetivo de contraer nupcias con la mujer, con la cual llevaba varios años relacionándose.
Su decisión fue especialmente importante porque Eduardo era la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, la cual no permitía que las personas divorciadas se casaran si su excónyuge todavía vivía. Así, en un principio el monarca intentó buscar alternativas como que Simpson no se convirtiera en reina tras contraer matrimonio con él, pero el Gobierno rechazó la propuesta. En consecuencia, Eduardo decidió abdicar y cedió la corona a su hermano Jorge VI. De esta forma pudo casarse con Wallis Simpson y ambos recibieron el título de duque y duquesa de Windsor, si bien ella nunca fue reconocida como Alteza Real.
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