Sí. El sabor de una comida no siempre responde a razones biológicas. En este proceso también hay un importante componente psicológico, como ha demostrado un estudio realizado por la Universidad de Cornell (EE.UU). Para ello sometieron 139 personas a un experimento en el que las ofrecieron un bufet libre de 4 u 8 dólares. Unos accedían al más barato y otros al más caro, aunque en realidad la comida era la misma en uno y en otro. Al final del mismo les pidieron que puntuaran del 1 al 9 los alimentos que habían ingerido, y los resultados señalaron que las personas que habían pagado el precio más caro, 8 dólares, puntuaban en general más alto (un 11%) más que los comensales de la versión más barata. Así, demostraron que el precio puede influir en la interpretación y en la experiencia del comer, convirtiendo este acto tan habitual en un elemento donde la psicología también juega su papel.
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