El pirata Edward Teach ‘Barbanegra’ ha pasado a la historia como uno de los más temibles corsarios de principios del s.XVIII.
Parte de su mística radicaba en su peculiar apariencia a la hora de entrar en combate, pues según cuentan las crónicas, era un hombre muy alto y fuerte que tenía una peculiar estrategia para infundir temor y respeto en sus rivales.
Y es que, al parecer, antes de lanzarse a la batalla se colocaba cerillas encendidas bajo el sombrero.
Eran unos largos palillos de cuerda de cáñamo mojado en salitre y agua de sal que ardían muy lento, por lo que creaban un humo alrededor de su cara que, junto a su poblada barba y sus feroces ojos, le hacían parecer un «demonio salido del infierno».
Además, también acostumbraba a portar tres pistolas cargadas y listas para usar, así como varias dagas situadas en su cinturón.
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