El 14 de febrero es un día idóneo para sellar un compromiso prematrimonial, pues se celebra el día de ‘San Valentín’.
Lo normal es que el hombre regale a la mujer un anillo en señal de fidelidad y de amor como paso previo a la ceremonia del matrimonio.
El origen de esta tradición podría estar en la Antigua Roma, en la que hay casos documentados de intercambios de anillos metálicos por parte de los esposos.
Posteriormente el cristianismo se encargó de utilizar los anillos de oro ante la importancia del matrimonio en esta religión, aunque con el paso de los siglos el material empleado fue variando.
Así, el primer anillo de compromiso de diamantes que está registrado en la historia fue entregado por el Archiduque Maximiliano de Hamburgo a María de Borgoña en el 1477.
No en vano, en el s.XV empezó a ser habitual que las mujeres utilizaran las joyas como formas de adornos personales, principalmente entre la nobleza y la aristocracia de la época.
Y en cuanto a por qué se utiliza el dedo anular para colocar estos anillos, esta costumbre proviene también de los romanos, ya que consideraban que la vena que pasa por él va directa al corazón, por lo que la denominaban ‘vena amoris’.
Así, es habitual que el anillo de matrimonio sea portado en el anular de la mano izquierda; aunque en otros países como Austria, Polonia o India la elegida es la mano diestra.
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