El espíritu aventurero de Ernest Hemingway estuvo, en no pocas ocasiones, a punto de costarle la vida.
El literato fue un enamorado del continente africano, del que llegó a escribir que «nunca conocí una mañana en África en la que no me despertase feliz”.
Su primera visita a África la realizó a finales del año 1933 en compañía de su segunda esposa Pauline. A lo largo de diez semanas disfrutó de la selva y la sabana africana en un recorrido que le llevó por Tanzania y Kenia. (Provigil)
Sin embargo, durante el viaje enfermó de disentería, lo que le obligó a reducir su estancia por estas tierras.
Tal fue el sentimiento que le generó África que Hemingway planeó un nuevo viaje al continente para el año siguiente, aunque al final no regresaría hasta dos décadas depués. Lo hizo en el verano de 1953 junto a su cuarta mujer, Mary Welsh.
Sin embargo, esta vez la aventura africana le deparaba algo más que una enfermedad tropical.
Y es que el 23 de enero de 1954 un vuelo turístico que le había regalado su esposa se convirtió en una trampa cuando la avioneta en la que viajaban se estrelló cerca de las Cataratas de Murchison (Uganda).
Por fortuna los dos salieron casi ilesos, por lo que pudieron coger un nuevo avión al día siguiente a la ciudad de Entebbe para someterse a unos reconocimientos médicos.
Pero de nuevo el infortunio se cebó con ambos, pues el aparato explotó en pleno despegue, lo que causó heridas al matrimonio.
Especialmente perjudicado fue el escritor, quien sufrió una fractura de cráneo, además de múltiples heridas internas y quemaduras.
Sin embargo, pudieron coger un coche para llegar a la ciudad al día siguiente y concluyeron su viaje en marzo de ese mismo 1954.
No en vano, este accidentado viaje sirvió de inspiración para que Hemingway escribiera su autobiografía póstuma ‘Al romper el alba’.
