Mientras el seguidor madridista confía en la victoria hasta que el árbitro pita el final, el seguidor culé se muestra pesimista y ha sido siempre de carácter derrotista.
El merengue que acude al Bernabéu no deja de animar ni un solo instante. En cambio, el culé se sienta a calentar su butaca en un estado general de adormecimiento ante el aburrido juego de su equipo.
Y mientras el culé abandona el Camp Nou antes de que finalice el partido, llorando por la incapacidad de su equipo de remontar, el merengón empuja al Real Madrid, y convierte el estadio en una olla a presión que acaba por debilitar al oponente y deja los tres puntos en el Bernabéu.
Pero, ¿qué queréis? Los blancos apoyan al mejor equipo del siglo XX, y los culés al club que ha vivido siempre a la sombra del Real Madrid.
Por este motivo, entre muchos otros, las aficiones de ambos equipos tienen muy poco en común.
Ahora es el momento de estar unidos e ir todos a una. ¡Hala Madrid y nada más!